Anoche, de la nada, me puse a pensar acerca de una de mis series favoritas de cuando niña. En esos tiempos, me fascinaban las series animadas japonesas. Uno de mis favoritos era Mazinger Z, ese valiente robot dirigido por el increíble Koji Kabuto. No había día que no corriera del colegio a la casa con mi amigo Leonel, para ponernos a hacer la tarea y estar libres a la hora de Mazinger. No podíamos perdernos ni un solo capítulo.
Me acuerdo que uno de mis episodios favoritos era uno en el cual descubrían a la robot pareja de Mazinger, la robot Minerva. La tenía el odiado Doctor Hell y la controlaba para atacar a Mazinger. Lo que no sabía el Dr. Hell era que ella tenía un diamante en su estómago que se activaba al estar cerca de Mazinger. El episodio no tuvo mucha acción pero si muchos toques románticos porque Minerva se notaba enamorada de Mazinger y lloraba, aunque fuera aceite el que le salía por los ojos. Para una niña de ocho años, eso era un gran drama y creo que hasta me hizo llorar.
Que serie aquella, me divirtió mucho pero también me hizo sufrir. Al final cuando destruyen a Mazinger y Koji casi muere fue demasiado traumático…me quede paralizada pensando que nuestro héroe era historia pero como es caricatura no podía quedar así. En ese momento llegó el Gran Mazinger, el robot construido por el papá de Koji, quien nadie sabía que estaba “vivo”…y digo vivo, porque no era exactamente humano. El abuelo de Koji lo había salvado y reconstruido, así que él era parte robot. Y así comenzó la aventura del Gran Mazinger, pero esa es otra historia.
Pasé años tratando de encontrar la serie porque quería verla y no fue hasta hace un par de años que la encontré en Ebay. Los DVD no son de la mejor calidad pero para el recuerdo no importa. Poder ver de nuevo a Mazinger en la pantalla me llenó de alegria. Que día tan feliz aquel.
También encontré a Candy Candy, pero esa historia se las contaré luego. Ahora, a ver a Mazinger!
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